CABALLERIA

EL SANTO GRIAL Y LA LANZA



Una asociación muy frecuente en la literatura caballeresca tradicional es la del Santo Grial con la lanza. Sin duda esta asociación se apoya y vincula en enseñanzas de boca a oído que nunca se explicitaron en las obras de gesta. Los ejemplos pueden multiplicarse y veremos algunos luego.

Sin embargo esta asociación ha sido en general bastante mal comprendida  a nivel especulativo por los tradicionalistas occidentales modernos. En cambio, y en forma sorprendente, ha hallado adecuada formulación en otro contexto por obra de diversos artistas, los que solo poseian una perspectiva de lo espiritual puramente exotérica.

En la literatura de la Caballería nos encontramos a menudo con esta vinculación que nos ocupa. De especial interés es la de Wolfram von Eschenbach. Allí se destaca que nada puede curar la herida que causa la lanza, fallan las medicinas pues “Dios mismo es quien les impide obrar”. Solo la lanza que causó la herida es quien puede calmarla y curarla. Esto alude a aspectos de naturaleza oculta que en parte conviene velar pero que, en su fase externa, corresponden al hecho de que quien experimentó tal herida solo sanará del todo si la experimenta de nuevo. Clara alusión a un maravilloso estado de Gloria Espiritual asociado inseparablemente al dolor y que naturalmente se desea con toda el alma volver a experimentar.  

Tambien V. E. Michelet en su obra “El Secreto de la Caballería” se ha ocupado de este asunto de máxima importancia ya que, en suma, recibir la herida de la lanza es hallar el Grial. Menciona este autor a Sir Gawain. “Junto al Grial, sobre la mesa, el buen caballero ha visto “la lanza que sangra”, la lanza cuya punta siempre está manchada de sangre”. Michelet se apresura a aclarar que la lanza es el símbolo de la unidad y de la renovación a través de las heridas. Pero esta explicación suya es por demás insuficiente ya que no permite siquiera entrever el maravilloso secreto cuyas puertas abre la herida de dicha lanza.    

A nivel puramente exotérico se vincula el Santo Grial con el corazón de Cristo y la lanza con la del centurión Longinos, tal como señala René Guénon en “Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada”, (El Sagrado Corazón y la Leyenda del Santo Grial). Pero esto desde luego no es más que una adaptación externa que vela más que descubre una realidad profunda y sublime. El mismo Guénon subraya que ya la relación entre la copa y la lanza existía en tradiciones precristianas muy antiguas pero él no avanza más en esta dirección de tanto interés.  El nombre de Longinos-como bien señala Guénon mismo- está emparentado con el nombre mismo de la lanza que, en griego, es logké (que se pronuncia lonké). En latín lancea tiene la misma raíz. (“El Rey del Mundo”, Cap. V, El Simbolismo del Grial).

Se ha querido por ejemplo vincular el Grial, que es símbolo del orden metafísico puro, con la lanza interpretada como símbolo del Axis Mundi  y siendo, en consecuencia, un símbolo de orden estrictamente cosmológicoUn ejemplo de tal proceder, muy equivocado a nuestro juicio, se halla en Pierre Ponsoye, “El Islam y el Grial”. El error consiste en vincular dos ordenes ontológicos   tan diferentes entre sí como pueda concebirse. La lanza, lejos de ser “un agente del castigo divino” como pretende Ponsoye, constituye un símbolo perfecto de sensaciones muy reales que preceden a la vivencia griálica.  De hecho esta lanza es símbolo de dolor físico que “hiriendo cura” como veremos en lo que sigue. 

La interpretación correcta ha surgido a veces de los artistas desde una perspectiva puramente exotérica. Recordemos por ejemplo la célebre y bellísima escultura de Bernini que representa a Santa Teresa de Avila recostada en divino éxtasis mientras un angelito muy sonriente se halla en actitud de haberle clavado una flecha en el corazón. En una iglesia de Santiago de Chile tuvimos oportunidad de admirar una magnífica tela de gran tamaño representando a San Francisco de Asís arrodillado en éxtasis con sus brazos extendidos mientras un ángel de pie le clava una lanza en el corazón.

Ambas obras de arte se refieren a una misma y sola experiencia que equivale y precede a hallar el Santo Grial. Esta experiencia es conocida en el lenguaje exotérico como la transverberación del corazón.  Un agudísimo dolor en el corazón hace pensar que se va a morir y a ello sigue la experiencia inefable, de dicha infinita que es hallar el Grial o sea a Dios mismo en el propio corazón. En ese momento cobran pleno sentido las palabras de la oración hindú tradicional:

“De Conocimiento formado
es la Divinidad de radiante y hermosa imagen.
El Señor de todos los mundos
en mi puro corazón reside”.

Tal experiencia puede sobrevenir en cualquier momento, no es llamada ni causada por uno mismo sino que se produce siguiendo un mandato de origen suprahumano. Conozco un caso en Buenos Aires que tuvo lugar hace más de treinta años cuando la persona descansaba de sus estudios un domingo por la mañana leyendo los periódicos. Nada más lejano por cierto de la meditación o de la oración que esta actitud profana. El dolor cardíaco comenzó súbitamente en forma tan aguda e intensa que nuestro personaje pensó que iba a morir en el acto. Pero en ese momento se abrió el Centro del corazón y pudo así percibir de manera inexpresable y en un instante de Eternidad la Gloria de Dios que allí mora. Tan grande fué la Dicha, el Supremo Extasis que la persona, con lágrimas de felicidad bañando su rostro, quería salir a la calle para abrazar a cuantos pasaran por allí, pensando que así les transmitiría ese estado de Gloria y Bendición Brahmica que le tocaba vivir. Felizmente, él se pudo contener pues de lo contrario hubiera tenido sin duda dificultades muy serias con la policía. Y aquella experiencia maravillosa del Santo Grial hace que hoy, más de treinta años después, quien lo vivenció derrame lágrimas de agradecimiento a Dios cada vez que recuerda esta experiencia absolutamente inolvidable y que marcó toda su vida.   

Santa Teresa de Ávila todo esto lo conocía muy bien como se descubre leyendo atentamente "Las Moradas del Castillo Interior". Es una gran pena que nunca apareciera el pliego lactado que dejara la Gran Iniciada con la advertencia “Para ser abierto cincuenta años después de mi muerte”... Y he tenido ocasión de ver en Santiago de Chile los (inhallables por ocultados) dibujos de Santa Rosa de Lima en una antigua, rara y agotada edición de sus Obras Completas. Allí la Santa representa el hallar al Dios Interno que todos llevamos por medio de alas que nacen, crecen y se despliegan en su corazón. Es nuestra conciencia individual contactando a la Fuente de Dicha Infinita, es el Extasis Supremo del alma que se rinde y entrega a su Señor. Somos pues todos portadores del Santo Grial: no lo busquemos más fuera que está dentro nuestro! 


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